jueves, 10 de marzo de 2011

MORGAN FREEMAN, un señor sabio y paciente

Es un gentleman americano. Uno de los mejores y más sólidos actores del cine de Hollywood. Su presencia dignifica las películas en las que participa. Acaba de ganar el Oscar por su papel en la mejor película del año, Million Dollar Baby, tiene varias pendientes de estreno, y estos días presenta Danny the dog, otro papel de hombre sabio y pacífico capaza de contener toda la violencia del rey del kung-fú cinematográfico actual, Jet-Li.

Morgan Freeman nació en 1937 en Memphis y no siempre ha sido actor. Su primer empleo nada más aterrizar en Los Angeles fue de mecanógrafo. Durante los 60, trabajó como mecánico para las Fuerzas Aéreas. Desechó la idea de convertirse en piloto para comenzar su carrera en el teatro. Hasta que le llegó su primer éxito en Broadway con el musical Hello Dolly (1968). Como muchos otros actores de color, probó suerte en la televisión, donde su gran oportunidad fue el personaje de Easy Reader en un infantil llamado The Electric Company. El teatro y la pequeña pantalla le tuvieron retenido unos años hasta que breves, pero intensos, papeles en películas como Brubaker o El ojo mentiroso le permitieron llegar hasta su primer protagonista. Sería en 1987, en El reportero de la calle 42. El trabajo le valdría su primera nominación. La segunda llegaría dos años después en Paseando a Miss Daisy donde Freeman daba vida al abnegado chófer de una impertinente anciana, un papel que se conocía al dedillo porque ya lo había repetido día tras día en el teatro un año antes. En 1994 nueva nominación por Cadena perpetua y diez años después el Oscar por su trabajo junto a Clint Eastwood, con quien ya había trabajado en Sin perdón. Desde Seven, además de un actor sólido con recursos ilimitados, Freeman es una estrella, cuya presencia puede convertir una película menor en un taquillazo. Es una fama aceptada con resignación que también tiene su lado bueno: “Algunas veces, pasear o ir de tiendas es complicado. Aunque cuando ya eres famoso y tienes suficiente dinero también tienes gente que te hace este tipo de cosas o que te puede acompañar. Es el precio de la fama”.
Ahora, Freeman, haciendo honor a su apellido, vive libremente en el campo, en una granja, apartado de la ciudad, se levanta más bien tarde -“prefiero trabajar por las noches y dormir durante el día”-, se informa viendo la tele -“No leo periódicos, prefiero ver la CNN”- y pasa el resto del día leyendo libros y guiones -“Tengo que producir y actuar en películas, así que tengo que leer todas esas historias y valorarlas”-. Este ha sido un año especial: ha ganado un Oscar (Million Dollar Baby), tiene varias películas en lista de espera y acaba de estrenar Danny the dog, película en la que da vida a un afinador de pianos ciego que intenta recuperar para el lado bueno a un joven y salvaje asesino interpretado por Jet Li. Es de las pocas veces en las que Freeman ha rodado en Europa, pero no ha sido la única. Ha venido a España para promocionar la película y se entrega, una vez más, a una maratoniana sesión de entrevistas, conservando siempre la sonrisa y el buen humor.

No es habitual verle trabajar en Europa. Esta vez ¿ha influido que el proyecto de Danny the dog haya salido de un director como Luc Besson?
No. He trabajado en Europa justo después esta película, en Irlanda y en Inglaterra, he trabajado incluso en Barcelona… y en Italia.

Sabemos que la idea de que su personaje en Danny the dog fuese ciego fue suya. ¿Es habitual que aporte cosas al guión durante el rodaje? Eso es ridículo. No te pueden dar un guión y después decir que quieres cambiar esto o aquello. Eso sería usurparle el puesto a guionista. Algunas veces te dan un papel, como en Danny the dog, en el que el personaje está bien definido y lo puedes desarrollar como está escrito. Otras veces sientes que estaría mejor con cambios sutiles en la forma de presentarlo. A veces puede ser hacer de ciego, cambiar la forma de vestir, una forma de hablar, un acento, en definitiva, un cúmulo de pequeñas cosas que consiguen matizar al personaje manteniendo su esencia. A veces me envían un guión y yo digo, ‘yo no puedo hacer este personaje porque esto es flojo, esto también, y además habría que reescribir esto y esto, y si estáis dispuestos a hacerlo, entonces podemos seguir hablando del proyecto’. Esto me pasa muy a menudo, muy a menudo. Pero cuando ya he aceptado el trabajo, entonces ya no hago cambios.

Su primera nominación al Oscar le llegó en 1987 con El reportero de la calle 42. Ahí era un despiadado y violento proxeneta y desde entonces no le hemos vuelto a ver de malo. ¿Es que no quiere o es que ya no le ofrecen buenos papeles de malo? Si, sí. Los buenos personajes de malo, parece que se los han dado a otros actores. Y a mi me toca hacer el del bueno. De hecho el personaje que más represento últimamente es el de tipo sabio mayor. Son papeles con mucho peso moral que dignifican más al personaje. Alguien me escribió no hace mucho tiempo diciéndome que debería dejar atrás este tipo de personajes: ‘Morgan, tienes que dejar de hacerlo porque te están hundiendo’. Y sí, quizá tenga razón, debería dejarlo.

Y después de 60 películas a sus espaldas… ¿Cuántas?

60 o más. ¿Tantas?

Es lo que he leído en Internet. Será verdad, pero no recuerdo haber hecho tantas.

¿Cuáles son las más importantes para Morgan Freeman? Para mi las más importantes son las que son más importantes para vosotros. Paseando a Miss Daisy, Tiempos de Gloria, Seven, Cadena perpetua… Me quedo con las que funcionaron bien, aquellas de las que la gente ha hablado, por que son también las que más recuerdan los espectadores.

¿A usted también le gustan? Bueno, en esas he disfrutado del trabajo: en algunas del personaje, en otras de la historia. Siempre me ha gustado algo de ellas, y hay muy pocas de las que me arrepienta. Dos o tres (es un caballero y prefiere omitir los nombres).

¿Y ahora qué le queda por hacer? ¿Qué me queda por hacer como actor? Me queda mucho. Además estoy introduciéndome en temas de producción, y ahí todavía quedan muchas historias por contar.

¿En películas suyas o de otros? En las dos.

¿Y como director? Puede que me obliguen, pero soy más bien perezoso para dirigir. Lo hice con una (Bopha) y sólo disfruté fue durante la preparación y después, cuando la cámara estaba en marcha, del trabajo con los actores, pero la postproducción me resultó aburrida. Es un proceso en el que el director ya no tiene el control, son otros los que lo hacen: los mezcladores y los montadores, que son los que más saben de eso. De eso yo como director, no tengo ni idea. Después vienen y te preguntan si te parece bien y tú dices, ‘sí, por supuesto’. Me he dado cuenta de que esa parte del proceso no me interesa nada. Además, con el tiempo que pierdes dirigiendo una película podrías hacer varias como actor y encima ganando mucho más dinero (vuelve a reír). Tengo socios que se dedican a producir, pero yo prefiero ser productor ejecutivo.

¿Ni siquiera le ha animado Clint Eatswood? ¡No! (rotundo), Clint es muy minucioso, trabaja muy duro y a él le encaaaaaanta dirigir.

Hace tiempo trabajó en Hello Dolly en Broadway, y ahora parece que el género musical vuelve a estar de moda, ¿le han tentado para volver al musical? Noooo gracias (convencido). Estoy feliz donde estoy. He luchado toda mi vida para poder trabajar en el cine. Ahora que hago cine, no quiero volver al trabajo duro (riendo).

Después de verle en sus últimos trabajos, nosotros también preferimos que no deje el cine. Lo que sí tiene que dejar es la entrevista. Su asistente personal la da por concluida, aunque Morgan, que aguanta lo que le echen con estoicismo sonriente, todavía tiene fuelle para firmar autógrafos, hacerse fotos y dar la dirección a una fan que desea enviarle un guión a su productora. Sabe que eso puede suponer leer otro guión más, pero no le importa. Tiene paciencia para eso y para mucho más. Es Morgan Freeman y acaba de estrenar "Danny the dog", junto a Jet Li y Bob Hoskins.

Andrés Fierro. Publicado en la revista EVASIÓN nº 44, verano de 2005.

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